viernes, 4 de junio de 2010

Un Jueves

Llevaba una semana horrible, deprimida y cabreada con el universo. Caminaba por el mundo con el humor cambiante, casi bipolar Se sentía al borde del abismo, frágil y podría decirse que hipersensible.

Cada tarde, al terminar las clases, le entraba un miedo horrible de volver a casa, dejar de estar rodeada de gente que la distrajese, de ver su barrio y todo lo que le recordaba a aquella chica que, de un plumazo, hundió por enésima y definitiva vez su pequeño y tambaleante mundo.

Leía con ansia cada libro que se le cruzaba por delante, para así alejar la realidad. En cinco días tres libros devorados: en el tren, en su ancha y vacía cama, en los ventanales de su universidad…

Como quien aleja a mal agüero, giraba la cabeza al ver una pareja pasar, maldiciendo la primavera por ser la estación de las parejas. Imaginándose a Cupido colgando de una soga. En su reproductor de música solo había versiones instrumentales y canciones en idiomas que gracias a Dios no entendía. Pero ¿Cuántas canciones existen en el mundo? ¿Por qué demonios todas hablan de amor o desamor?

Se sentía completamente inútil, carente de sentido en la vida, vacía por completo y sin meta alguna. Puede que no fuera bueno, pero su forma de ver el mundo hacía que su prioridad principal fuera el amor… solo sabía vivir de él. Tenía aspiraciones en la vida, claro esta, pero solo si existía una persona en el mundo que la hiciese querer ser mejor, ella era capaz de seguir adelante aunque nada más fuera bien.

Para colmo llevaba semanas soñando con algo que nunca recordaba del todo pero que la hacía despertar impaciente, con verdadera ansiedad. Tenía una sensación de inminencia que la obligaba a agarrarse a su colcha y tratar de no subirse por la pared de su cuarto Aspiraba cada calada -del cigarro del desayuno- con determinación, obligándose a admitir en su cuerpo el café de cada mañana. Llevaba días comiendo sólo lo que su madre le servía –todo sea por guardar las apariencias en casa- y viviendo de aire y letras.

En su facultad todos lo sabían porque su cara no dejaba lugar a dudas De hecho, sus amigos, los de verdad, estaban tan preocupados por su estado fantasmal, que aquel jueves la medio obligaron a quedarse en su campus con ellos. Cerveza tras cerveza, sus problemas iban volviéndose más y más transparentes Primero poco a poco se iban aligerando, hablaba con sus compañeros y se liaba un cigarro con la meticulosidad de un relojero Después, tras varias latas y un concierto improvisado de un compañero (desnudo) sus problemas eran leves como la brisa del atardecer de Mayo Sí, iba bien borracha.

Cuando las conserjes les echaron de la facultad, ya que tenían que cerrar, continuaron bebiendo en el parque de enfrente. Todos los alumnos de primero, en mayor o menor medida, habían perdido gran parte de la timidez característica de quien se siente el pequeño. Ella, de naturaleza sociable y extrovertida pululaba de un grupo a otro feliz de no acordarse de nada.

“¿LAS ONCE? Mierda voy a llamar a mi madre” No sabía qué demonios le dijo a su madre, pero consiguió quedarse allí a dormir en casa de una compañera. Sobre eso de las dos quedaban los más valientes, los más borrachos y los más ociosos. Salieron andando todos

-alumnos de primero tercero y cuarto que ni se conocían y ahora se abrazaban felices- hasta una discoteca del lugar

No hacía ni pizca de frío y tras 7 horas bebiendo y hablando estaban a tope de energías. Unos cuantos quedaron fuera terminando sus botellas. Ella, entró al local.

“Buffff estoy muy muy borracha… aun no entiendo por qué mi madre me habrá dejado quedarme, la verdad es que ni recuerdo qué leches le habré contado.

No se mueven.

Entraré yo entonces y si les apetece que me sigan

Anda pues no está tan mal este sitio“

Su mirada se paseó por la pequeña discoteca Estaba prácticamente vacía salvo por unos pocos apelotonados en la plataforma del fondo, en la barra había un solo camarero y la música era la típica de cualquier garito. De repente sus ojos repararon en una figura que bailaba en dicha pasarela.

Con aquella luz tenue, violeta, vio los contornos de una chica. Llevaba una camisa de cuadros y el pelo negro como un pozo. No sabía muy bien porqué pero no podía dejar de mirarla. Incluso entre la bruma alcohólica era consciente de que había algo en aquella chica que le llamaba poderosamente la atención. Ni si quiera podía distinguir su rostro en la oscuridad relativa del lugar.

Recibió un codazo de su amigo Niko y se puso a bailar como si quisiese conquistarle. Todos rieron con la ocurrencia pero, sobre todo, se hallaban sorprendidos pues nunca la habían visto bailar. Era una de sus pequeñas pasiones secretas. Sí que debía de ir borracha, si.

“Mmmm me apetece un cigarro normal”

Dicho y hecho, de repente se descubrió a sí misma a los pies de la chica de antes pidiéndole un cigarro Su cerebro debía de haber registrado la imagen de un cigarro en sus manos… o quizás su intuición. Ella la miró expectante desde la altura de sus rodillas

“Joder sí que es alta la plataforma esta“

Cuando la chica bajó la cabeza al escuchar su petición, una sonrisa imborrable afloró en el rostro de nuestra protagonista, el vello de su nuca se erizó y sintió aquel brote de energía que tanto conocía. Recorrió, desde sus omoplatos, toda la espalda y se escapó por las puntas de sus dedos.

Era bellísima, sus ojos casi tan negros como su pelo, la miraron y desencadenaron todo tipo de reacciones químicas contradictorias. El suelo tembló levemente y su pecho se encabritó, aun sentía la energía en su cuerpo. De repente, durante una micra de segundo que le parecieron minutos, el mundo paró y la música se apagó. ¿Sería el alcohol? Habría jurado que no había nadie más allí La chica le devolvió la sonrisa, puede que algo perpleja.

“Que sonrisa más bonita tiene, que blanca… que grande Que ojos más profundos”

PUM PUM

Nos sonreímos y yo no supe ni donde estábamos El alcohol, con un estallido, desapareció de mi cuerpo. Me diste el cigarro y yo, sin siquiera mirarlo, lo cogí rozando con las yemas de mis dedos tu mano. Quizás ni te diste cuenta. Seguía mirándote directamente a los ojos como si una fuerza imparable me obligase a quedarme allí plantada. El sentido común actuó y me hizo romper ese contacto mágico y dirigirme donde estaban mis amigos. Bailé, me desfogué durante unos minutos que se me hicieron eternos y de repente una bombilla brilló en mi cabeza.

HABLA CON ELLA

Lié un cigarro por inercia (siempre que me pongo nerviosa lo hago) y el instinto volvió a guiarme. Como si mis pies fuesen un ser independiente de mi, se pusieron a andar y me situaron ante ti, ni si quiera sabía cómo eran las caras de tus amigos, solo te veía a ti. Solo a ti.

Con mi mejor sonrisa de bobalicona te tendí el cigarro y te lo di.

Puede que musitara alguna explicación o excusa estúpida, no lo sé, volvía a estar el mundo paralizado porque esta vez me sonreías más aún.

PUM PUM, PUM

Volví a huir con toda la vergüenza del mundo

“¿¿¿Que leches pretendes melona??? Esta tía es hetero y si no lo es tiene pareja y fijo que está por allí… o algo ¿A qué aspiras? No tienes tanta suerte”

Ella se largó casi corriendo con sus amigos, tanta prisa llevaba que chocó con uno de ellos Estaban casi al lado del grupo de amigos de La Chica.

-Sí, se había ganado las mayúsculas. -

Tenía que averiguar cómo fuese su nombre… Continuó bailando otros interminables diez minutos y de reojo la buscaba. ¿Eran tonterías suyas o cada vez estaba más cerca?

“¡Coño! ¡Que me está mirando!”

La chica la sonrió con cierta timidez que a sus ojos resultó devastadora. Atracción irrefrenable. Se miraron

PUM PUM, PUM PUM

Percibí cierta atención curiosa por parte de mis amigos Me sentí estúpida por estar haciendo todo aquello, estaba convencida de que pensabas que yo era una tarada o cualquier “babosa-chicazo” prototípica. Me dieron un empujón y acabé delante de ti. Te ofrecí un trago de forma inconsciente. Lo aceptaste

“Vale vale vale vale… o sencillamente le apetece cerveza o… o quizás entiende…”

PUM PUM, PUM PUM

Ella bailó a su lado y La Chica se giró, bailó con ella y sonrió todavía más. ¿Podía llegar a sonreír más aun? Bailaron juntas, ella no sabía ni qué canción escuchaban pues solo podía oír a su pecho golpeando, con una energía desconocida. Un par de veces sus manos se rozaron…

Oh, su instinto, qué cabrón tan agudo, la empujaba y la empujaba sin darle tregua.

- ¿Cómo te llamas?

- Claudia ¿Y tú?

¡Qué voz! ¡Qué nombre!

- Itziar… bueno, Itzi Encantada

Se miraron de cerca. Cada vez le parecía más y más guapa

Se empezaba a poner muy nerviosa, y fue a buscar una cerveza (aunque si en aquel garito vendiesen aspiradoras o Biblias, también habría ido a comprar una) Pidió la consabida cerveza y habló con el camarero sin saber muy bien de qué. Desde la barra la miró. Bella.

Con la cerveza en la mano y la valentía que nunca había tenido hasta ahora caminó directa hacia ella. Notaba en su nuca las miradas de sus compañeros, quemando de pura curiosidad

Ella sí que podría haber ardido en aquel instante, aquella electricidad había alcanzado cotas insospechadas y amenazaba con generar una fuente de energía nueva y poderosísima. La Chica, que ahora se llamaba Claudia, la miró de nuevo.

PUM PUM, PUM PUM

Fui directa hacia ti, te di un trago más y dejé que los dados de la suerte jugasen con mi destino, me rendí al instinto y te agarré por la cintura. Bailamos y yo solo podía mirarte a los ojos. Los tuyos me perforaban con tal intensidad que creí ser transparente para ti.

-¿De dónde eres? ¿Japón?

-¿Cómo lo sabes? La gente nunca acierta

-Sencillamente lo sé. Yo vivo en Madrid, estudio bellas artes aquí.

No sé de qué más hablaríamos, pero si sé que desde que me miraste así de sorprendida sólo deseaba abrazarte. Desde que te agarré por la cintura al bailar, sólo quería besarte. Debiste de leerlo en mis ojos, o puede que también quisieras. Lentamente nos acercamos. Me miraste una vez más y perdí pié con el suelo.

Ya no había nada más.

PUM PUM, PUM PUM

Allí, en mitad de la pista, dos chicas que se habían hablado por primera vez hacía escasos minutos, se miraron de tal manera que el universo se salió unos centímetros de su eje.

La luna, curiosa, se acercó a la Tierra unos metros, inclinándose toda, tan solo para ver aquello.

Varias personas del lugar percibieron una extraña sensación indescriptible de agitación.

Un chico que iba en moto cerca de allí percibió un ligero escalofrío y aminoró la marcha; salvándose así de un coche que iba mucho más rápido de lo necesario.

De pronto, en el Outback, un viejo chamán australiano alcanzó un estado de consciencia nunca antes logrado. Sonreía como nunca.

Los gatos del lugar dejaron de maullarse y cazar bichejos para mirar todos en la misma dirección.

Una anciana dejó este mundo sonriendo en su cama, porque sencillamente percibió que ahora existía un poquito más de amor en el universo.

Dos chicas que por primera vez se conocieron, se besaron tiernamente en mitad de una pequeña discoteca. La historia de siempre pero con una fuerza desconocida.

Dos destinos chocaron con tal fuerza entre dos cuerpos tan pequeños, que en algún lugar de África comenzaron a llover pétalos de camelia rosa.